lunes, 3 de noviembre de 2008

LA ESCUELA Y LA FAMILIA

LA ESCUELA Y LA FAMILIA


Educar nunca fue tarea fácil. Por eso, desde siempre, esta fue prerrogativa, en las distintas sociedades, de los individuos mejor dotados; los más preparados. Aunque con las mejores cualidades, estos nunca fueron abandonados con los hijos de la comunidad; más bien gozaron del aprecio, apoyo, el respeto y la consideración de todos en la ardua labor que se le encomendaba.

Las cosas han cambiado y en la escuela de nuestra República Dominicana el educador es tratado por muchos padres, tutores y notables como el más bajo de sus sirvientes. Al pagar “sus cuartos” por la educación de sus vástagos, se consideran con derecho a ofender e inclusive a agredir físicamente a los educadores de sus hijos. La frase manida del estudiantado irresponsable “se la cogió conmigo”, provoca muchas incomodidades en el seno del magisterio. ¡Parecería que el derecho del alumno, herramienta creada para hacer más humana la relación con él, se convirtiera en un instrumento para dañar!

Sin necesidad de usar lupa, brotan ante los ojos del más insulso el divorcio de los objetivos de padres y escuela. Los muchachos aceleran este. Los padres quieren deshacerse de sus hijos. Por esto buscan la forma de tenerlo lo más lejos posible. En muchas ocasiones, en vacaciones, después de maldecirlos, les expresan el deseo de que se abran las clases para salir de ellos. ¡Imagínese usted…cuanto disfrutó el maestro!

Las experiencias del manejo de los conflictos de sus padres a su favor, por parte del los alumnos, donde papá y mamá luchan por imponer su supremacía en la familia, las traen a las aulas. Estudian las debilidades de los profesores y autoridades, se hacen las víctimas, organizan intrigas, se confunden entre masa de otros sinvergüenzas, traen a sus padres a los centros desinformados y los hacen pasar vergüenza. Todo siempre en busca de contrarrestar las exigencias que envuelve estudiar. Muchos padres lo saben, y se prestan al juego porque les favorece.

Con frecuencia sentimos y pensamos que nuestros alumnos son huérfanos. El descuido en la higiene y las expresiones orales y corporales de estos, así lo señalan. La curtiembre y los uniformes sucios a comienzo de semana, la no realización de las tareas, la muestra más que fehaciente en la falta, por semana, de peine por la cabeza, nos llevan a interrogarnos sobre, ¿Dónde están los padres cuando estos salen para la escuela? Hemos notado que los alumnos que dan mayores dificultades en el proceso educativo y que sus progenitores brillan por su ausencia, al final, cuando se presentan resultado, estos últimos se convierten en los lobitas y corruptores más eficientes, los jueces más duros y los mejores padres. ¡Qué casualidad ¡

Viviendo en un país pobre, nos damos lujos que no se dan los ricos. Jugamos con el futuro. La educación de las jóvenes generaciones la hemos licenciado. La informal en su modalidad hogareña, la hemos dejado en manos de los hijos, bajo la excusa de criar personas independientes. Las modalidades comunitaria y social en manos de las calles y la televisión, con gente que ha hecho de su modo de vida la maledicencia, enseña, promueve y vende la falta de escrúpulos y pudor; el sexo irresponsable y la falta de identidad sexual; el desamor; el individualismo; la gozadera alocada y las formas de hacerse ricos “por encima de la cabeza de quien sea”. La formal, en los centros educativos, exige no repitencia; calificaciones mínimas que se ajustan a la aprobación de las materias; la reducción hasta la eliminación de las tareas hogareñas; etc. En centros de formación técnica particulares, la aprobación de los cursos, por el simple pago de las cuotas regulares.

La construcción de un futuro mejor, hasta el momento, solo es posible vislumbrarlo a través de la educación. Redefinamos el rol de la escuela y creemos las condiciones para su participación en el alcance de los objetivos nacionales. Dejemos de actuar tras bastidores y definamos una política nacional de los conocimientos, las competencias y las actitudes que deben poseer los estudiantes de cada grado. Evaluemos, premiemos y demos la oportunidad de calificarse a los maestros por el rendimiento de sus alumnos. Acerquemos las labores escolares a la preservación del mobiliario del plantel, la limpieza y conservación del entorno escolar y a la participación del alumnado en este. Fomentemos la participación activa y diligente de las asociaciones de empresarios locales en la elevación del nivel educativo de las escuelas.


Gerson

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